sábado, 13 de junio de 2009

Balanza


Contabilizado el resultado de mayo, el superávit comercial argentino de los 5 meses transcurridos del presente año anda alrededor de los 8.000 millones de dólares.
En relación al saldo positivo registrado el año pasado (que fuera récord) de casi 14.000 millones de dólares, se llega a la conclusión de que la tendencia es a aumentar.
La Presidenta anuncia y repite el dato, y el auditorio aplaude. Y Tavos de Homoeconomicus se enoja, porque dice que no hay nada que festejar.
Primero, afirma, porque el incremento del superávit se debe a una combinación de baja de las exportaciones y caída proporcionalmente mayor de las importaciones. Lo cual es cierto.


Esta caída de las importaciones se debe a tres factores:

a- Menos importación de algunos bienes de consumo (algunas medidas económicas proteccionistas por ahí tuvieron que ver con esto).
b- Caída de precios de los bienes importados (por ejemplo en el rubro bienes intermedios, con los combustibles a la cabeza).
c- Y, finalmente, la que no es una buena noticia: la caída en las cantidades importadas de insumos, bienes de capital y repuestos, que dan cuenta de una baja en la actividad productiva.


Después (y esto es cierto también), los dólares que entran por vía comercial están financiando la fuga de capitales, que si bien ya no es lo que era en los últimos meses del año pasado y los primeros de este, sigue promediando alto).

Entonces habría dos motivos fundamentales para no festejar el superávit comercial: que es demostrativo de la baja de la actividad interna, y que las divisas generadas no aportan al crecimiento endógeno sino que son compradas baratas con fines de fuga por quienes tienen capacidad de atesorar pesos (o sea, no justamente los más necesitados, sino todo lo contrario).
Con todo, creemos que peor sería una restricción externa por vía comercial, que obligara a un incremento fuerte del endeudamiento externo (y a un cambio brusco en la composición de monedas del stock de deuda). En la situación actual, queda margen al menos para explorar el uso de herramientas que intenten cerrar el grifo de la salida.
Pero aparte la situación brinda alguna especie de módica satisfacción.
El año pasado, después de desatada la fase más convulsiva de la crisis financiera internacional, proliferaron estudios que preveían que el superávit comercial se evaporaría (esta vez sí) definitivamente. Digo esta vez sí, porque los anuncios tenían pioneros antecedentes desde el 2006. El problema era que los precios de los commodities que exportamos bajaban por el tobogán, y el menor ingreso de dólares por esta vía iba a terminar poniendo en equilibrio (cuando no en déficit) la balanza comercial. Un ejemplo (aunque no el único) es este informe de la consultora Econométrica de Brodersohn (hecho por Juan Sommer), o lo que nuestro amigo Pagni comentó en esta nota, con más entusiasmo que pericia. Además, en esta nota de Sebastián Laza se resume lo que proyectaban los economistas de la City hace 6 meses (véase el escenario 1, que tenía "70% de probabilidades" de cumplirse, según los cálculos).

(También algún que otro colega bloguero, a quien no vamos a mencionar por respeto, brindó efusivamente datos en esta dirección de pensamiento).
Con humildad de aficionado discutimos estas ideas, acá.
Y arribamos, así, a la conclusión que más nos gusta sacar:
Los informes anunciadores de inminentes catástrofes que se “ceñirían” sobre la Argentina, basados en el saber científico (sólo refutable por la realidad), no sólo no aciertan sus pronósticos, sino que fallan de una forma tan grosera, que deschavan su falta total de pericia predictiva.
Aún cuando algún día acierten una, será de suerte.


PD: seguimos esperando el reconocimiento del error, de parte de quienes lo cometieran.




2 comentarios:

Andrés el Viejo dijo...

Excelente análisis, Mariano. Es verdad que hay algo de mala fe en regocijarse con las patinadas recurrentes de los críticos de la política económica actual. Como no tienen más remedio que pronosticar desastres que, finalmente, no ocurren u ocurren en mucha menor medida o simplemente son consecuencia de acontecimientos externos, terminan desmentidos por los hechos.
No es el caso de Tavos, que tiene razón y no la tiene. Tavos, como yo mismo, considera que la política económica en curso, correcta en sus grandes líneas, no va suficientemente a fondo en muchos aspectos. Esa percepción correcta a menudo lo empuja a extremar sus críticas hasta extremos en los que yo ya no lo sigo.
Si uno toma en consideración los datos reales de la evolución de la crisis mundial, se observa que hasta ahora el petróleo y los productos agrícolas son los menos afectados por la contracción del comercio mundial, tanto en precios como en volúmenes. Nada indica que esa tendencia vaya a revertirse.
El impresionismo (barato, hay que decirlo) llevó a muchos economistas (y no sólo los ortodoxos argentinos, especialmente propensos) a hablar de "derrumbe" de precios del petróleo y los productos agrícolas, como si los disparatados y muy efímeros niveles alcanzados en la primera mitad de 2008 se pudieran tomar como referencia válida. En rigor, fueron un fenómeno de cortísimo alcance, producto de que el comienzo, a mediados de 2007, de la crisis financiera mundial, empujó a una masa de especuladores hacia los mercados de commodities y disparó los precios. Eso no podía durar y no duró. Pero, lejos del derrumbe tan anunciado, los precios sólo han vuelto a los niveles, de hace dos años, que ya eran altos.
Si el petróleo se encuentra a más del doble del precio de hace seis años (cuando se atribuía las políticas chavistas al alto precio de entonces) y si la soja se encuentra a más del doble de hace cinco años (cuando se desdeñaba la mejora de la economía argentina atribuyéndola al viento de cola), se ve que el famoso derrumbe es un error o un engañabobos.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Son cosas para que trate gente que sabe de economia, no Tavos.