miércoles, 17 de agosto de 2011

Federal


No hubo pujas, ni peleas de cartel, ni disputas personales, ni diferencias de proyecto, ni modelos confrontados en esa reunión.

Hubo, sí, tristeza e impotencia por parte de nuestro hombre. Porque, en el fondo, sabía que no tenía nada certero, nada materialmente valioso para ofrecer al proyecto de una patria común latinoamericana. Tras de sí. Tras miles de leguas recorridas y millones de kilómetros cuadrados liberados, nuestro hombre sentía la íntima vergüenza de no poder ofrecerle a la gran Revolución ni un sable, ni una mula. Nada de lo que él firmara o acordara en esa reunión iba a ser refrendado por las dirigencias de las regiones que él, en esa mesa, representaba.

El Perú envuelto en luchas intestinas, hijas de su decisión de reconocer a los indios como ciudadanos libres. Y en Buenos Aires una runfla de traidores cuyo solapado objetivo era el de convertirse en el nuevo yugo de América, reemplazo de Madrid. Y él lo sabía.

Así, ninguneado por los propios, hijo de la distancia que le imponían sus propias campañas con el lugar de las decisiones, ético hasta la médula como para jurarse no levantar la espada en contra del pusilánime de Rivadavia y los suyos, dejó su verdad en manos de Bolívar, arregló sus papeles y pertenencias en el Sur y subió a “La Bayonnaise” para marchar a Le Havre y de allí a la bucólica Bruselas.

El único sustento económico que le llegó durante los años de su autoexilio en Europa fue el modesto alquiler de su solar en Mendoza. Buenos Aires nunca le envió pensión ni agradecimiento. Así, recien viudo y a cargo de su hija, hizo lo que humanamente pudo. Hasta subsistir de los préstamos respetuosos y amigables de su viejo camarada en Bailén, el capitán Aguado.

En octubre del 27 se enteró de que aquel hombre valiente y fanfarrón que había sido su subalterno y amigo, el Coronel Dorrego, estaba al mando de un gobierno federal y popular en Buenos Aires. No lo dudó. Preparó su equipaje y su familia y, ansioso y feliz, subió al bergantín Countess of Chichester para llegar cuanto antes a Buenos Aires y ponerse a sus órdenes. Tenía una estima especial por Dorrego, sabía que este lo respetaba y admiraba, mucho más desde que le había ordenado castigo de cárcel en Santiago del Estero, años atrás, esas decisiones riesgosas que pueden distanciar pero en el fondo sueldan a fierro una amistad.

En el puerto de Río de Janeiro, primera escala en busca de agua y provisiones, se enteró que Dorrego había sido apresado por los unitarios y que la situación política en Buenos Aires era caótica. Conociendo la volatilidad de la política en estas tierras y negándose a una frustración, apostó seguir viaje y encomendarse al destino. En Montevideo le informaron con más detalle los sucesos del primer golpe de estado de nuestra historia y la cobarde ignominia de Lavalle al fusilar a Dorrego en Navarro.

Se dio cuenta de que todo estaba perdido. Y allí, seco de tristeza y amargo de pesar, decidió volver a Europa. Su bergantín debía pasar por Buenos Aires, y nuestro hombre no tuvo más remedio que mirar a su tierra desde la banda de un barco con bandera extranjera. Fueron 6 interminables días.

El pusilánime de Lavalle, tratando de apaciguar el galimatías que él mismo había creado y consciente del enorme prestigio de nuestro hombre, trató de congraciarse con el gauchaje y envió un par de misiones al bergantín para tratar de convencerlo de tomar el mando del Ejército Grande. Nuestro hombre sabía que era sólo un paso de comedia en el medio de una vil tragedia.

Hoy no alcanzo a imaginar la pena de nuestro hombre, abrazado a su hija, condenado a no poder pisar la tierra que tanto amaba. En cuanto el silbato del inglesito contramaestre anunció su retorno a Europa, nuestro hombre derramó la que sabía era su última lágrima por esta tierra.

Era tan federal como Rosas, tan popular como Perón y tan idealista como Néstor.

Sus adversarios siguen siendo nuestros adversarios.

Sus ideales también.





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7 comentarios:

Mariano dijo...

Muy, muy bueno, Contradicto.
En este género tenés una calidad inalcanzable, te diría.
En serio, vos me conocés y sabés bien que no soy de elogiar a troche y moche.

El "bueno" de las calificaciones, queda un poco chico.

Un abrazo.

Fernandoc dijo...

Excelente el post. No sé si don José era federal, porque siempre rehusó etiquetarse en un partido, en aras del objetivo mayor. Pero claramente sí sabía donde estaban las mayorías populares y dónde los enemigos del pueblo y de la patria. Abrazo

Udi dijo...

¡Qué hermoso homenaje al más grande revolucionario de estas tierras!
Con permiso, adornaré mi modesto bló con esta joyita.
Un abrazo !

santix dijo...

Muy bueno, gracias.

Contrapedal dijo...

Muy linda semblanza! te felicito ahora; una lástima que resaltes tanto la honestidad. De NK se dijeron muchas cosas; buenas malas, verdades, mentiras etc. Pero lo q ni el más seissieteochista se animará jamás a decir es que fue un tipo honesto.
Slds.

ALICIA PAPPALARDO dijo...

¡¡¡¡QUÉ BUENA NOTA!!!! NUNCA HABÍA LEÍDO ESTA EXPLICACIÓN DE LA SECRETA REUNIÓN EN GUAYAQUIL....SE HICIERON MUCHAS CONJETURAS...PERO ÉSTA ES BASTANTE COHERENTE POR LA SITUACIÓN QUE SAN MARTÍN ATRAVESABA SIN APOYO ALGUNO....¡¡¡QUÉ HOMBRE!!! Y ¡¡¡¡QUÉ PÉRDIDA PARA NUESTRO RECIÉN NACIDO PAÍS!!! CUÁNTO PODRÍA HABERNOS BRINDADO DE SU CAPACIDAD CREADORA Y DE SU GRAN ESPÍRITU PERO...NO QUISO LA GUERRA ENTRE HERMANOS Y DEBIÓ EMIGRAR....¿CUÁNTAS PÉRDIDAS MÁS DE PERSONAS TAN VALIOSAS PERMITIREMOS??????? ALICIA PAPPALARDO

Caíto dijo...

Contra, por que no leés o mirás el video de mayo de 2003, la asunción de NK y vas a ver que estás irremediablemente equivocado. Saludos.