miércoles, 21 de agosto de 2013

Legüero

Una entrada escrita en caliente en este blog, a poco de conocerse el resultado de las elecciones del 11 de agosto, tuvo el destino que tienen las entradas escritas en caliente. Provocó confusiones en algunos lectores que honraron con sus comentarios.

Luego, el tiempo y el aire fresco trajeron lo que siempre llega: cabeza fría, análisis profundo que el Ministerio del Interior hoy muestra en internet mesa por mesa (desde la tarde del 11 de agosto se desapareció del diccionario la palabra fraude). Pudimos identificar qué pasó con los votitos provincia por provincia, sección por sección, escuela por escuela. Excelentes análisis acá, acá y acá.

A riesgo de aclarar para oscurecer, de dar una nueva vuelta de rosca para ser malentendido dos veces, reitero: el problema del gobierno no es de comunicación.

Este no radica en no decir, decir poco o decir mal. El gobierno dice. Quizás sus decibeles ni sueñan con empardar la potencia del oligopolio mediático. Pero el gobierno se escucha. En el seno de esta misma asimetría discursiva el gobierno ganó en 2011 por el 54%.

El problema no es el cepo, afirmo, en contra de lo que parezco afirmar en aquel post. Me contradigo a mi mismo pero fundamentalmente a El Bosnio: el discurso oficial y aclaratorio sobre el cepo tardó UN AÑO en llegar. En el intermedio crispó (innecesariamente) a un montón de personas.

El problema no es la inflación, contra lo que algunos comentaristas postularon por allí. Estamos en niveles levemente más bajos que los que se vivieron durante la campaña del 2011 y su corolario del 54%.

A ver.

En contra de una enorme, aceitada y hegemónica construcción de sentido común, debemos reconocer que Argentina ha resuelto darse, hace una década , un gobierno populista.

Ripit wid mí… PO-PU-LIS-TA

(y si a algún compañero que apoya la causa se le eriza algún pelo con esta definición, le quedan un par de caminos: damajuanas de gomina, salir corriendo a comprar un libro de Laclau o saltar a la otra vereda, que puede convertirse en el juego de moda el próximo verano).

Los pueblos, los que dejan en los oídos de sus líderes la más maravillosa música, nunca dejan de emitir sonido. Nos hablan todo el tiempo. Con una frecuencia propia, única, que sólo los líderes genuinos saben percibir.

Los otros, los títeres, lo único que tienen es sordera. Aborrecen levantar y besar chicos pobres.Y llevan adelante sus planes con un decreto de estado de sitio en una mano y un cuerpo de caballería en la otra. Pero nunca entienden a la más maravillosa música.

Para que el populismo funcione, mis amigos, el gobernante y su pueblo deben latir en la misma frecuencia. Sincronizar. Y encontrarse en los extremos de la cadena de equivalencias construídas sobre las demandas sociales que preconiza nuestro hombre en Essex.

Y para que el populismo, además, DURE, mis amigos, el gobernante debe preocuparse fuertemente (casi exclusivamente) por atender ese juego.

Hablamos de entrar en sintonía, en resonancia, con esas armónicas primitivas (estatización de las AFJPs?) y armónicas superiores, exquisitas (matrimonio igualitario?) y atenderlas. Lo que no significa necesariamente aprobar cada nueva demanda a libro cerrado. Los tonos del pueblo no son inevitables, sino negociables; admiten que el gobernante pueda decir que no, siempre que tenga buenas razones.

Todos los pueblos están dispuestos a sacrificios. Si la recompensa los justifica. Los populistas Churchill y Roosevelt sabían de esto.

Quizás nuestro lector necesite ilustraciones ulteriores. Veamos.

- No voy a dejar mis ideales en la puerta de la Casa de Gobierno
- Empezar por la educación y desactivar un paro de 2 meses en Entre Ríos
- Congelar tarifas y marcarle el paso a las privatizadas
- Torcer la agenda de política de Derechos Humanos empezando por descabezar al comando de las fuerzas
- Priorizar la relación con Brasil y el Mercosur
- Descabezar la vergonzosa Corte Suprema
- Romper el protocolo y el Teorema de Baglini
- Iniciar negociaciones duras con el FMI
- Anular la represión salvaje y las armas en manos de las fuerzas de seguridad durante la protesta social
- Volver al reclamo nacionalista y genuino por Malvinas
- Desactivar el contrato corrupto y leonino por el DNI y poner la solución del tema en manos argentinas
- Poner a la tecnología argentina en la vitrina vía la radarización después de 40 años de insolvencia estatal en el tema
- Rediseñar el poder político con la transversalidad
- Poner al Estado de vuelta en el centro de la Agenda política

Fueron medidas de los primeros 100 días de la inolvidable trepada exponencial populista by Néstor.

Comparadas con los últimos 6 meses de Cristina (no queremos ser crueles en el armado de una lista que seguramente incluiría a Milani, Ganancias y trenes) lo que salta a la vista es la falta de ritmo para seguirle el pulso al latido popular.

Perder votos, tanto en la primera como en la tercera sección del GBA, es síntoma de haberle perdido el pulso al latido popular.

Aquella vara del 2003 está muy alta, dirán algunos. No se puede mantener ese juego todo el tiempo, dirán otros.

No se puede perder ese pulso, dirá este blog.

“Y qué hay que hacer?” preguntarán otros.

Hay que hacer silencio por un lapso. Olvidarse del éxito en Marambio. Y volver a escuchar, A SENTIR mejor dicho, ese latido.

Una vez que estás montado a esa ola, no hay intendente de Nordelta, ni opereta destituyente ni playita de Seychelles que te sacuda.



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