jueves, 29 de octubre de 2015

Jardín de senderos que se bifurcan



En el apartado previo Jorge Abelardo Ramos nos viene hablando de la concepción política que Bolívar tenía sobre la última y más dificultosa conquista de su campaña militar, en los hechos ejecutada por Sucre, el Alto Perú (hoy Bolivia): que las provincias de la gran nación latinoamericana se corresponden geográficamente con los virreinatos pre-existentes. Y por lo tanto, como Alto Perú correspondía al Virreinato del Río de la Plata, la ocupación de las fuerzas bolivarianas sólo debe ser militar y de transición, en espera de la decisión de su autoridad política legítima: a la sazón el gobierno de Rivadavia en Buenos Aires.

La que sigue es la transcripción completa del capítulo 14,  La oligarquía de Buenos Aires renuncia al Alto Perú, en la Sección III del imprescindible Historia de la Nación Latinoamericana, enorme libro que marcó a una generación.

Pero el error de Bolívar no residía en su concepción de la cuestión nacional en América Hispánica, sino en la actitud que iría a adoptar la burguesía porteña. Nadie, ni siquiera el Libertador, podía concebir, a pesar de lo bien que conocía Bolívar el carácter político y social de la oligarquía del Plata, que ésta renunciara espontáneamente a privarse del Alto Perú, automutilar la soberanía argentina. Pero asi ocurrió, en efecto. Al informarse el Congreso rivadaviano de los acontecimientos de Ayacucho, resolvió enviar una delegación formada por el general Alvear y Alvarez Thomas a cumplimentar a Bolívar sobre sus triunfos

Al mismo tiempo, debía solicitar al Libertador su apoyo para concluir la guerra con el Imperio del Brasil, que ocupaba la Banda Oriental. En el mismo acto, el Congreso rivadaviano declaraba el 9 de mayo de 1825 "que aunque las cuatro provincias del Alto Perú han pertenecido siempre a la Argentina, es la voluntad del Congreso General Constituyente que ellas queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad". 

Esta resolución ratificaba la posición separatista asumida por Sucre, opuesta a la política bolivariana de formar grandes Estados en la América Meridional y confederarlos a todos ellos. El gobierno rivadaviano, que no era representativo de las provincias, por lo demás, envió a Sucre uno nota felicitándolo "por la habilidad y buen juicio con que ha sabido garantizar los derechos de los pueblos que ha libertado". 

La rica factoría porteña se encogía de hombros, estrechaba los cordones de su bolsa y dejaba a los "cuícos" que se las arreglasen solos.

Alborozado, Sucre se dirigió a su jefe, subrayando con ingenua satisfacción su acierto: "Los documentos oficiales que hoy remito manifestarán a usted que mis pasos, en lugar de ser falsos, como antes se creyó, han marchado sobre conocimientos del estado del país, y que el Congreso y el Gobierno argentinos, no sólo han confirmado, sino que han aplaudido mi conducta". 

La provincia de Tarija, por exigencias de Bolívar, no quedaba incluida en la maniobra separatista. Pero se desprendió al año siguiente de la soberanía argentina, casi al mismo tiempo que la Banda Oriental. ¡Bolívar no podía creer en la resolución porteña! "Bolívar miró la noticia de esta ley como una patraña que habían forjado en Córdoba o Salta. ¡No lo podía creer! Tuvo Sucre que enviarle en copia auténtica los documentos. Se rindió entonces a la evidencia". 

No repuesto aún de su sorpresa, al festejar la llegada de la misión argentina encabezada por Alvear en Potosí, el Libertador brindó por "el Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata cuya liberalidad de principios es superior a toda alabanza y cuyo desprendimiento con respecto a las provincias del Alto Perú es inaudito".

¡Inaudito! Tal era en efecto el desprendimiento de la oligarquía porteña, que si carecía de concepto territorial de la Nación era justamente porque no era una clase nacional. La noción del espacio geográfico soberano aparece cuando se han generado las condiciones de producción capitalista requeridas para ese espacio, cuando el interés dinástico anticipa las condiciones políticas de esa soberanía, o cuando un puñado de patriotas afirma los derechos de la nación.

El regionalismo exportador en América Latina demostraría que sólo era apto para formar Estados, en modo alguno Naciones. 

El diario rivadaviano El Nacional se preguntaba el 16 de marzo de 1826 si el Deán Funes podía y debía ser diplomático de un "gobierno extranjero". Funes respondió en El Ciudadano: "Sí, debe serlo, porque la causa de Colombia es la causa de las Provincias Unidas". 

Recuérdese a ese respecto que Monteagudo había declarado que su patria era toda América y que San Martín estipuló en la Constitución del Perú que eran ciudadanos del Perú todos los nacidos en América.

190 años más tarde el debate continúa.

1 comentario:

el pincha dijo...

muy bueno...

se agradece.

me quedo cavilando pues