domingo, 3 de abril de 2016

Impresionismo Peronista II


Anormalidades

El proceso descripto en la entrada anterior, si bien coloreado y matizado por el típico folklore del que lo dota el peronismo, caracteriza el cuerpo, el bastidor central que compone el alma del proceso victoria --> derrota --> reorganización. Si el color de la carrocería exterior es rojo o azul, es un dato secundario que no debe distraer a nuestros agudos lectores.

El colectivo peronista trata de aferrarse a esa fórmula conocida. Pero cuando un referente de fuste pretende modificar los códigos tácitos de la reorganización, la maniobra es detectada y se disparan luces amarillas. Más temprano que tarde el resto de la dirigencia visualiza que la búsqueda de la excepción podría poner en riesgo el tránsito a la victoria.

Los peronistas abominan la derrota. Y la sola posibilidad de su repetición genera convulsiones. Los efectos de esas convulsiones son diversos, variopintos: algunos aparecen disfrazados de traición, de error no forzado, de baja autoinfligida. Conviene no escandalizar, son dirigentes con muchos años de trayectoria y batallas a sus espaldas, suelen moverse en el terreno del óptimo político, para sí y para el sector al que representan. Ese óptimo incluye en su cuenta su poder de fuego real, su capacidad de alianzas, su resiliencia y, muchas veces, el “exit door” (es decir, cómo se revierte una mala decisión).

Ilustremos con un ejemplo de la historia política reciente: según nuestra propia mensura, Menem dejó de ser peronista una tarde de 1990, pero siguió desplegando su dispositivo político al interior del partido. Años después, para la campaña presidencial de 1999 estaba claro que el enfrentamiento de facciones de poder económico que representaban Menem y Duhalde superaba con creces la antítesis política natural que se suponía regir la disputa electoral, Peronismo (Duhalde) versus Radicalismo (DeLaRúa).

Su efecto visibe fue que Menem no fue cooperativo  con Duhalde, lo que coadyuvó a la derrota de este.

Veamos: sin soslayar los trágicos sucesos posteriores en el país, en menos de 3 años tuvimos (nuevamente, cual Terminator) a Menem desentendiéndose de todo proceso de re-organización como el que hemos estilizado en estas entradas, y de buenas a primeras el riojano fue candidato a presidente en 2003.

Baste la paradoja: el tipo que, al 12 de mayo de 2003, en rigor no había perdido ninguna elección en su vida, al día siguiente se bajaba del ballotage contra Néstor Kirchner. Dicho de otra manera: el animal político que había seducido enormes mayorías durante 10 años, en una mañana era un cadáver político irreversible. 

Aquí no buscamos resaltar su derrota. Sino que su dispositivo, sus equipos, sus seguidores, habían dejado de ser peronistas. El peronismo realmente existente había leído que Menem era un zombie electoral, lo había abandonado (nos gusta recordar en este punto que su Ministro de Economía in pectore era Carlos Melconian) y se había partido en tres. Con fuerte representación territorial sobre el dipolo Duhalde-Kirchner y apoyo del peronismo verde de Xilium sobre Rodríguez Saa.

Lo confirmamos: cuando alguien intentó romper los códigos, el peronismo se partió en tres. Y en cuestión de semanas el eje de la pugna política en el país era si Kirchner estaba listo para desembarazarse del chaleco de plomo Duhaldista. Vaya si lo estaba.

Eco

Los sucesos de 2003 hacen eco en el presente. Repito, mirando al kirchnerista distraído: esos sucesos de 2003 son un poderoso deja vu.

Es un dato riguroso que, a la fecha, CFK no perdió ninguna elección. Y no podemos negar que debe ser la dirigente peronista con la mayor cantidad de voluntades dentro del dispositivo FPV.

Pero a esta altura no es menos cierto que Cristina Fernández de Kirchner está ninguneando la práctica peronista. Y lo ha expuesto de manera incontrastable: la desestimación que hizo respecto de conducir al PJ, sobre el que pende la daga de la intervención judicial, es un hecho político insoslayable. 

Ha refrendado esa actitud a través de ese alter ego denominado La Cámpora, durante el Congreso del 24 de febrero pasado: “venimos con el mandato de no aceptar ningún cargo” dijo DePedro en la puerta de Obras Sanitarias.

Las almas puras kirchneristas consideran el gesto como altruista, generoso, una suerte de “ven como CFK no tiene pretensiones”. Los que leemos la política hecha por políticos y no por heroínas sabemos que se trata de exactamente lo inverso: CFK busca mantener el liderazgo sin opción a plebiscitarlo. Ni en elecciones. Ni en el ágora de un congreso partidario.

La leona está malherida. Pero es leona. Y, como tal, finge integridad.

Y ahí donde parece que juega blando y amigable, lo que está haciendo es disciplinar al peronismo. Puede no ser la clave en la que se lea la gestualidad cristinista desde el todavía sensible (muy) arco del kirchnerismo emocional. Pero los referentes a los que interpela tienen batallas y cicatrices que les permiten su propia interpretación.

"Traidores! Traidores!"

Este escenario, al que estos dirigentes seguramente añadirán el cúmulo de experiencias al calor del kirchnerismo posterior a la muerte de Néstor (quien sin duda moderaba la radialidad y la hermeticidad del dispositivo K), las operaciones de la juventud camporista, el trato con los ministros y sus recursos, etc., podría llevarnos a una inferencia si no equivocada, al menos parcialmente incorrecta: “el peronismo actúa de esta manera por venganza”.

Hacemos expreso nuestro disenso con esa visión y volvemos con pie firme sobre nuestros pasos: el problema no es el pasado. El problema es el futuro. 

El peronismo descree de la potencialidad electoral del kirchnerismo y en particular de CFK; cree que ha dejado de ser una preferencia mayoritaria, ganadora, para la población. Y el futuro está a la vuelta de la esquina.

La tensión, la verdadera tensión que anida en la centralidad de la coyuntura política argentina está muy (pero muy) lejos de las últimas berretadas de un Gobierno Tilingo. 

Se está resolviendo en la controversia expuesta, al interior del FPV: Cristina dice que tiene 33 de mano. Y el peronismo no le creé.

De esta manera, la propuesta de una realidad binaria “leales” versus “traidores” puede ser apta para la chicana en tuiter o una intervención fugaz en medios. Traición puede tener una acepción negativa en Corea del Norte. Aquí se juegan otras cartas.

A nuestro modo de ver, Bossio o Pichetto son tan traidores como quien no se somete a escrutinio y pretende que el partido siga, sin haber mostrado las cartas.

Creé que son malas noticias? Son muy buenas. Nuestro futuro y nuestra viabilidad están mucho más en manos de una mujer inteligente como CFK que de la banda de inescrupulosos que nos gobierna.







2 comentarios:

El Bosnio dijo...

Me alegró que haya corregido la boutade de la entrada anterior donde afirmaba que "Peron fue el único que no perdió elecciones". CFK tampoco.
(Claro que uno podría decir que Rinconete y muchos otros tampoco pero no estamos analizando la sintaxis de la afirmación).

Creo que hay un circulo tautologico en el analisis. Donde cuando algo pierde lo hace haber roto con le peronismo y si gana es porque lo tiene. Asi "si gana es peronista y si pierde no lo es" sería el fundamento para concluir que "con el peronismo se gana".
Que Menem no haya sido peronista en 2003 pero si en 1995 y Nestor lo haya sido en 2003 pero CFK no lo haya sido en 2015 pero si en 2011, me cuesta seguirlo.

Yo creo que la autoridad en el peronismo viene por el sex appeal electoral, no el sex appeal en la interna sino en la nacional. Porque como usted dice, se alinean con el que creen que ganará el deseo de todos, no el de cada uno de ellos. En eso, el peronismo es una maquina bastante sofisticada en predecir el voto. No infalible, pero sofisticada. Y corrije rapidamente sus errores.

Despues de la derrota de Scioli, no es obvio quien tiene el mayor atractivo electoral nacional y, mucho menos, no resulta obvio que CFK no lo tenga.
Ella seguramente cree que lo tiene, aun mas fuerte que en el 2011. Otros creeran que es mas parecido al de Moreau en el 2003. Muchos quieren hacer creer al resto que no lo tiene para asi erosionar el que tiene.
En el medio de esa ensalada, me resulta logico que CFK no se exponga a la erosion electoral de las internas del PJ. Qué podría ganar de alli que no sea una derrota en una mesa donde a ella no se le juega nada?

Si en 2017 queda claro que ella arrastra, quien conduzca el PJ se someterá a ella. Si queda claro qeu no lo tiene, aunque controlase todas las instancias del PJ debería soltar.

Creo yo.

Contradicto de San Telmo dijo...

Bosnio:Una boutade? Perón fue el único que no perdió elecciones. Usté dice CFK tampoco. Yo digo Menem tampoco. Puede tomarme literal. Pero lo conduce a perder el hilo.

Y lo tiene perdido (o debo haber escrito algo muy ininteligible). Porque lo que digo, EXACTAMENTE, es que el "vote appeal" NACIONAL el que lo erige como líder. No el partidario. Y, efectivamente, está corrigiendo errores.

Si algo resultara obvio (como el potencial electoral cristinista o sciolista) no sería material de este blog. Y eso usté lo sabe. Para hablar de lo obvio, FM Aspen. Acá intentamos escrutar qué piensan los conductores y los conducidos. Muchos pliegues cerebrales y muchas neuronas para generalizar, es cierto. Pero las acciones posteriores están a la vista.

Disiento con su último punto. La lectura del territorialismo es que a ella no le alcanza. Pero la lectura también es que sin ella es muy difícil. Por lo tanto no se trata de instalar un sistema binario (que casualmente es el que parece que ELLA sí quiere instalar: conmigo o contra mí). Sino, justamente, el justo medio.

Para el cual está mi próxima entrada.